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lunes, 6 de febrero de 2012

¿Cómo mejorarías tu escuela en 300 palabras?

Empieza el 2012, también aquí, entre las ascuas aun calientes de la fragua.
Ya en alguna otra ocasión aporte mis letras al objetivo de http://purposedes.org, esta vez, y con la que está cayendo nos preguntan ¿Cómo mejorarías tu escuela en #300 palabras?.
Allá voy.

Mi escuela mejoraría, y mucho, si las personas que definen las lineas maestras de su funcionamiento fueran maestros, profesores que supieron, y saben, usar la tiza, o la pizarra digital con maestría y que con cualquiera de las metodologías que usen, intentan mejorar el futuro de sus alumnos, que son para él o para ella ese folio en blanco donde se comienza a escribir un poema y  tras varios tachones y enmiendas ve como las rimas hacen que se conmueva el que luego las lee.

Mi escuela mejoraría si no fuera moneda de cambio ni lugar de desahogos de políticos que ven en ella un lugar para salir en la foto. Una escuela en la que por encima de todo primasen los alumnos y alumnas que serán nuestro Futuro. Una escuela como punto de partida de una sociedad mejor, más humana, menos condicionada por los “rendimientos” y/o los “beneficios” de “nosequé” reformas o programas.

MI escuela mejoraría si fuese un lugar de oportunidades, de deseos, de ganas de construir, donde las familias, los docentes y las administraciones navegasen en el mismo barco, donde cuando el viento azota, TODOS, sin miedo y sin flaquezas se aferran a las cuerdas para que no se rompan las velas y no perdamos el rumbo.

Mi escuela mejoraría si hiciera personas libres y sin rencores.

jueves, 26 de mayo de 2011

La empatía, el propósito de la educación y 500 palabras

Fenomenal idea la de Purposed/ES.

Estos días escuchaba en una tertulia de radio sobre lo difícil que parece que le supone a los periodistas, o a los políticos,  ponerse de acuerdo en algo, sobre su falta de corporativismo, si se puede hablar de esto con estos “gremios”. Las razones, decían los tertulianos, pues las ideológicas, las dinerarias, o ese “la razón es siempre la mía”.  Yo, docente, trasladaba a nuestro campo ese debate y me flagelaba con las mismas razones por las cuales los “maestros” no somos capaces de hacer más cosas en una misma dirección.

Discutimos, por encima de las leyes que debemos cumplir sobre si contenidos o competencias, sobre si actitudes o respeto, sobre los exámenes o lo que cada uno entiende por evaluación continua. Lo que para unos es falta de respeto, para otros es espíritu crítico. Las sesiones de evaluación mejor cortas y pocas, y si alguien abunda sobre las decisiones a tomar, de forma conjunta, sobre un alumno, aun oímos algunas frases lapidarias que pesan como losas e impiden, en ocasiones ver luz al final del túnel. Seguimos enfrascados en viejas batallas dialécticas sobre educación versus enseñanza (yo no estudié una carrera para educar a este niñato, que lo haga su padre). Cada maestrillo tiene su librillo, pero aun algunos lo tienen escondido y no lo comparten para mejorar al resto, y en ocasiones, los que necesitan aprender solo ven en la experiencia algo añejo y sin sentido. Otras veces, la obligada “atención a la diversidad” se queda solo en papeles que acompañan al expediente académico de niños y niñas etiquetados por no se que moda o tendencia psicológica.

Hace falta PENSAR, analizar si nuestras clases son “productivas” y de forma lo más objetiva posible, propiciar un cambio en ellas si fuera necesario (en demasiadas ocasiones lo es). Sabemos que la mayor parte del aprednizaje de nuestro alumnos se desarrolla fuera del aula, pero nos cuesta horrores salir de ella para mostrar otras formas de hacer las cosas. Tal vez sea un poco atrevido, perdonenme si ofendo,  pero creo que nos falta bastante empatía hacia los alumnos, olvidamos rápido que hace unos años fuimos como ellos.

Pero...¿cuál es el propósito de la educación?, ¿esa era la pregunta?. Pues, veamos, debería decir, educar en los valores, espíritu crítico, fomentar el esfuerzo personal, trabajar en grupo, bla, bla, bla, seguro que los que lean sabrán añadir más objetivos. Yo me atrevería a decir, sin riesgo de equivocarme, que el propósito lo conocemos todos, pero lo que nos hace falta es ponernos de acuerdo para remar todos en la misma dirección, en la de una enseñanza funcional, cercana a nuestros alumnos (de su tiempo), motivadora, que fomente el esfuerzo y la creatividad, que respete lo diferente y lo vea como una posibilidad de crecer (o aprender) más.

Ver el vaso, medio lleno o medio vacío, tal vez, al final, solo sea esa la cuestión. Este año tengo un buen grupo de alumnos en un curso, recogo buenos resultados con esfuerzos similares a otros años donde, con similar inversión por mi parte,  solo recogí números rojos.