domingo, 1 de marzo de 2009

El nuevo

Hacía seis meses que concluyó sus estudios universitarios. Su padre y su madre habían sido maestros, y nunca dudaron de la vocación del "chico", que así llamaban por ser hermano menor de tres hermanas, y también, por qué no decirlo, por su no elevada altura sobre el nivel del aula: uno coma cincuenta y siete. Nunca pensó que fuese a trabajar tan rápido, una sustitución en un pueblo, cerca de la capital. La titular de la plaza está enferma. Nadie le ha dicho cual es la enfermedad y al "chico", en verdad, le importa poco, su gran ilusión era comenzar a, como dicen esos carteles de las farolas, IMPARTIR clases.

Me llamo, Jaime, pero me dicen "chico". Así comenzó su primera clase. Al principio sorprendidos, y más tarde perdidos, los alumnos asistieron absortos a toda una serie de esquemas, fórmulas, y explicaciones que el profesor les contaba, tal vez con algo de vehemencia, tal vez con algo de vanidad. Pasaron cincuenta minutos y ninguna pregunta, seguro que lo han comprendido todo. Hasta el lunes. Era viernes.

nuevoEl primer incidente ocurrió a los tres minutos de iniciar la clase del lunes. Una chica mascaba chicle mientras escribía cartas de amor con tintas imposibles. No supo como atajar la discusión, pero al cabo de siete minutos, la enamorada chica estaba expulsada de clase y "chico", explicaba al resto de acostumbrados oyentes, lo que no se debe, o no se puede hacer. Mañana un examen, declaró el profesor muy enojado intentando reforzar su autoridad.

De los veinte alumnos que tenía, una docena y media de folios en blancos, y los otros cuatro, con intentos infames de no caer en la blancura impoluta de la celulosa, habían escrito palabras que difícilmente se convertían en frases, y que nunca llegarían a ser párrafos legibles.

Después vinieron las burlas, los encuentros, los desencuentros, las justificaciones, los reproches, las culpas, alguna auto-crítica en silencio, y más días. En el séptimo preguntó por la enfermedad de la maestra. El octavo alguien, en la sala de profesores hablaba de vocación. Al cabo de un mes, discutía con unos amigos sobre las vacaciones de los profesores que ya no le parecían pocas.

Deje de saber de él al final de curso. Espero que le vaya bien.
Imagen: http://www.flickr.com/photos/75567359@N00/2313632431

4 comentarios:

  1. Y, seguramente, frustración, ira y lágrimas sorbidas en un rincón lejos de miradas indiscretas.
    No es fácil ser dios...

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  2. Yo he visto esas lágrimas incluso derramadas a plena luz del día y bajo miradas indiscretas.
    Pero me planteo ¿Son evitables?
    Para consolar y un poco en broma siempre digo que van en la primera paga extra.
    Lo malo es cuando los dioses siguen llorando..después de varias pagas extras. Y de esos también los he visto.

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  3. Cualquier parecido con la ficción es pura realidad.
    :-)
    Saludos

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  4. Creo que hay muchos viejos con las características de ese supuesto nuevo y muchos nuevos con características de viejos. Creo que no es cuestión de nuevo o viejo sino gustarte esto o no gustarte. Creo que la experiencia mejora cuando lo que hay (el nuevo) es mejorable y tienen voluntad de mejorar. Y creo que la experiencia empeora cuando lo que hay (el viejo) no es mejable y no tiene voluntad de mejorar y está contaminado de los peores vicios de los supuestamente experimentados educadores/as.

    Un saludo, Montse

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