martes, 13 de enero de 2009

Malos tiempos para la lírica

De pequeño viví en un pueblo, por cierto maravilloso, donde tras la escuela, en pandillas, hacíamos no se cuantas trastadas por los alrededores del mismo. En verano, nos bañábamos donde no debíamos, jugábamos al balón en algún parque (cuando la ordenanza municipal lo prohibía), saltábamos desde los árboles, íbamos a poner monedas al tren. Muchos se identificarán con estas situaciones, o con otras similares. También en las ciudades, en los descampados, en los solares donde los montones de arena eran presa fácil a niños y niñas aventureros y/o desvergonzados.

18859272_4a16275aff
Pero el implacable paso del tiempo hace de las suyas y si hoy busco a chicos o chicas saltando, los encuentro en los "negocios de bolas" que hay junto a los centros comerciales. El baño veraniego, cuando no es en la playa (soy de mar adentro), es en magnificas piscinas incluso climatizadas, o propias. Los árboles están muy lejos de donde hay niños, y los trenes...¿existen aún los trenes?.

Pero no es para preocuparse, no haré de abogado contra la modernidad, contra el imparable progreso. Pero, me permito la licencia de elevar mi voz frente a esas televisiones que diseminadas por las casas, a veces una por habitación, las cuales entretienen o atontan a propios y extraños, a pequeños y mayores. Y, ¿educan?. Pues bueno, depende de quien esté, (si está) con los niños y niñas, mientras esta maravilla de cajita antes grande, ahora plana, inunda nuestras vidas de problemas ajenos y muñequitos lanzarayos.

Un buen cóctel: mucho trabajo para los padres y madres, así mantendremos el estatus, y/o el apartamento de la playa; mucho trabajo para los abuelos, cansados ya de ejercer de padres, y esas televisiones asociadas ya casi irremediablemente algún tipo de moderna maquinita (que ya hizo su aparición en la escuela y a mi también me surgen dudas sobre su uso Don Antonio). Agitamos, por lo del cóctel, y marchando.

Por cierto, y sin acritud, por si algún lector se sintiera identificado y herido por mis palabras, este cóctel cada vez es más común en nuestras aulas, al menos así no lo hacen ver los alumnos y alumnas que, si algo no han perdido, es esa maravilla de sincera inocencia de la juventud, y lo cuentan todo.

5 comentarios:

  1. Ay, Don Martín, qué tiempos... También yo jugaba en las vías del tren (ahora están valladas y los trenes pasan a tanta velocidad que no da tiempo a ver el paisaje), y perseguía por las acequias palos convertidos en veleros (ahora van a ver la Copa América -30 euros por entrar al puerto-).
    No seguiré por esos derroteros, que no me gusta parecer nostálgico. Tenemos los tiempos que nos toca tener y con ellos hemos de lidiar. Adaptarse o morir.

    ResponderEliminar
  2. Yo me he criado en la calle, mejor dicho haciendo volteretas en la playa que está a dos pasos de mi casa. ¿Nostalgia? Por supuesto.
    Nuestra compañía eran las abuelas que vigilaban por el rabillo del ojo mientras cosían sentadas en unas sillas bajitas de mimbre.
    ¿Nostalgia? Por supuesto.

    ¿Qué recuerdos quedarán en los jóvenes que se pasan el día ante mundos virtuales irreales?

    ResponderEliminar
  3. La nostalgia no nos traiciona: nos tiñe de buenos sentimientos y nos revive la sonrisa.
    Particularmente creo que cada tiempo tiene sus cosas positivas y negativas...
    Es nuestra responsabilidad sacarle el mejor provecho a lo que esta época nos da, sin desmerecer ni una ni otra temporada.
    Saludos

    ResponderEliminar
  4. Estoy con Diana Laura, cada tiempo tiene sus cosas buenas y malas. Yo también he jugado en la calle y me lo he pasado bomba. Pero, en aquellos tiempos también había muchas cosas de las cuales no siento nostalgia ninguna, entre ellas: algunos/as compañeros/as de la escuela dejé de verlos allá por 3º o 4º de EGB, muchos/as otros/as no pasaron de 6º de EGB y al instituto fuimos sólo los/as privilegiados/as de los cuales a COU llegamos sólo 18 en mi clase de ciencias y más o menos los/as mismos en la de letras. Ahora que soy profesora en el mismo instituto, el de mi pueblo, hay tres grupos de 2º de Bachillerato de casi 30 alumnos/as (los habitantes del pueblo siguen siendo más o menos los mismos). Ya no existen la diferencia entre los que van al instituto y los que no (porque todos van) y casi todos, por no decir todos, han visto el mar. Para mí son cosas importantes que hemos conseguido y si hay que recuperar el jugar en la calle y otras muchas cosas, pues recuperémoslo. Pero no volvamos a atrás porque si no mucha gente perdería muchas oportunidades. Y tengo 40 años cumplidos en octubre, ehhhh.

    Un saludo, Montse

    ResponderEliminar
  5. Es lo malo, o lo bueno, que tiene hacerse mayor, que comienza uno a dejar cosas atrás. Pero la nostalgia no deja de ser un estado de ánimo que a veces sienta bien y otras no tanto.
    Nos adaptaremos seguro D. Antonio, no lo dudes, siempre lo hicimos.
    Esos mundos irreales, Lu, o los controlamos o nos controlan a nuestros niños/as.
    Me alegro de que tu nostalgia en este aspecto, Diana, sea positiva. La mía también.
    En cuanto a los tiempos pasados de tu COU, Montse, pues claro que ahora hay más oportunidades, claro que el mar esta más cerca y no es tan grande. Pero, cuando mi nostalgia me hace decir que corren malos tiempos para la lírica, solo digo eso, no que haya que volver a los tiempos de palmeta y señoritos.
    Saludos y Salud, para todos

    ResponderEliminar